Pertenezco a esa generación que vivió la invasión de Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989 como adolescente.
Soy de esa generación de corazón dividido o anestesiado, que nació y creció bajo el régimen militar, y aprendió temprano, casi en el aire y sin darse cuenta, a estar quieta y sin hablar. Pertenezco a esa generación que recibió los retazos de un discurso que no entendía y sonaba más bien a palabra vacía y manipulada.
Pertenezco a esa generación que creció sin consciencia y comprensión de su contexto y destino histórico, sin el fuego y el sentimiento de cohesión que animó las luchas sociales, nacionalistas y reivindicatorias de la generación anterior, un fuego que unifica, acrisola y fortalece a un país.
Pertenezco a esa generación en la que la consciencia de una lucha unificadora tuvo que ver con el derecho a expresarse libremente en el ejercicio de la democracia.
Pertenezco a esa generación descreída y sin brújula que escuchó decir: “Por Panamá la vida”; y vivió la violencia sin sentido de la llamada “Causa Justa”; y sentía que tenía que elegir; una generación profundamente partida en dos, no sólo al medio del país, sino también, al medio del corazón.
Pertenezco a esa generación, que vivía y vive en la superficialidad porque afrontar las preguntas y la falta de respuestas era y es mucho más difícil, además de incómodo. Ya hemos aprendido que el olvido y la superficialidad no son inocuo resultado de la distracción de una generación; son también una estrategia.
Pertenezco a esa generación que se fue enterando con los años que los poderes, sus métodos e intereses son mucho más siniestros de lo que alcanzamos a imaginar; y nuestra desinformación e ingenuidad, mucho más grandes también.
Muchos años nos ha tomado y nos sigue tomando juntar nuestros pedazos; formar con esta historia vivida y escuchada a retazos una imagen de país que sostener en el corazón y armar también un discurso propio que nos sostenga y nos oriente.
Muchos aprendizajes nos quedan para comprender nuestra historia y a nosotros insertados en ella; aprendizajes que empiezan por recuperar la memoria, profundizar en los hechos, sus causas y consecuencias; hablarnos y sobre todo escucharnos sin las consabidas etiquetas, cuestionar y cuestionarnos, sentir y reflexionar.
Muchos aprendizajes nos quedan sin duda. No obstante, por hoy, y para que podamos hacer esos aprendizajes, la lección principal es “prohibido olvidar”.